viernes, 17 de mayo de 2013

“Señor: ¡no somos papas!”

Cosa de todos los días: tomar un bus en una parada o donde pare. Subir por la puerta trasera o delantera y bajar por la que nos venga en gana. Pagar a la subida o a la bajada depende de la política de la empresa, ajá, sí. Las paradas se respetan en Trolebús, el Metrobús o la Ecovía, lo que no quiere decir que se respete a las personas.
Obsérvese unos minutos: una moneda de 25 centavos para el pasaje, un zigzag que se pretende columna de espera, un individuo. Cuando el bus de la Ecovía se detiene una multitud baja por el lado izquierdo o derecho de la puerta, da lo mismo, y una pelea casi mortal entre quienes luchan por entrar y quienes luchan por salir se enciende. Gente de todas las edades, mujeres embarazadas, madres con niños en brazos, jóvenes de colegio y universidad con sus mochilas en la espalda, adultos mayores, algunos con bastones. Si logran ingresar al bus quizá oigan la sugerencia cordial del conductor, “cuiden sus pertenencias”, y en un par de minutos una persona de la última fila gritará “señor: ¡no somos papas!” para evitar, sin éxito, que ya no entran más personas.
La gente tiene la cabeza en que no le roben, en sostenerse firmemente del tubo para no caer o en “hacerse los locos” para no ceder el asiento a una madre con un niño en brazos, a la mujer embarazada o al adulto mayor que se tambalea. Si tuvieron la suerte de que el conductor los vea, es decir, si viajan en el primer vagón, pedirá que “alguien ceda el puesto a la señora”. Algún comedido con cargo de conciencia se levantará y dirá: “señora, siga por favor”.
Esto es cosa de todos los días. ¿Acaso no les ha pasado? No se discute sobre quién tiene derecho al asiento o no, quién debería encabezar el “zigzag” para ingresar al vagón o no, o quiénes de nosotros estamos obligados a ceder el puesto. Obligados no porque en el bus haya un dibujo de los “asientos son de preferencia para” sino porque la Constitución indica quiénes tienen preferencia y derechos por sus condiciones particulares a tener un puesto cómodo en el transporte público. El ejercicio de derechos se mide en los pequeños detalles. Y usted: ¿cede su asiento en el bus a esas personas o se hace el loco?
/cb

1 comentario:

  1. Quizás en el transporte público es uno de los espacios en que menos se respeta las relaciones intergeneracionales, ya que de cierta manera quedan a la "buena voluntad" de los "otros" para ceder un asiento o el paso, porque como bien dicen ustedes el letrero para los "asientos de preferencia", quedan a discreción del sueño, el cansancio o de los "locos". En los bancos por ejemplo la "fila preferencial" resulta una suerte maltratante para quien espera ahí para ser atendido. Ciertamente estos "pequeños detalles" dicen mucho de lo que somos culturalmente, de lo que aprendimos en casa y de lo que el entorno nos impone.

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