miércoles, 29 de mayo de 2013

“Niños y mujeres primero”

Esa era la disposición dada cuando el barco se hundía. La idea de poner a salvo en primer lugar a los más débiles —y en ese grupo entraban las mujeres—, respondía a la caballerosidad más que al carácter prioritario de esos sujetos en riesgo. Un dilema: conjugando el elegante gesto de la caballerosidad y el derecho a la protección prioritaria de niñas, niños y adolescentes, ¿a quién pondría usted a salvo si capitanea una nave a punto de naufragar compuesta por una niña y un niño que son hermanos, una adolescente y un adolescente que son amigos, tres mujeres adultas y tres hombres adultos que no tienen relación entre sí, si dispone de un bote para 5 personas?
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martes, 21 de mayo de 2013

La vejez, una ofensa al espíritu

El papel de los adultos mayores en la vida cotidiana de las diferentes culturas ha sido interpretado de varias maneras: en unas épocas se los honraba y representaban el buen juicio, en otras se los admiraba y en algunas eran temidos y hasta odiados. Hoy, el culto a la juventud y a la belleza que prevalece ha llevado a asociar la imagen del adulto mayor con lo negativo a causa de su proceso natural de envejecimiento. Además en nuestra era predomina la idea de que las personas no productivas económicamente carecen de valor social. La visión de la vejez es hoy en día la de una etapa de la vida dependiente, inactiva y vulnerable, se percibe al adulto mayor como un ser remoto, fuera de novedad, un estorbo improductivo, aunque en otras culturas y épocas los ancianos fueron vistos como fuente de sabiduría, experiencia de lo práctico y lo simbólico.
Viaje pintoresco alrededor del mundo. Hawái: Makoa, dibujado por M. De Sainson, 1841.
Antes de la invención de la agricultura, la vejez entre los grupos de cazadores recolectores constituía un símbolo de respeto para la tribu. Los ancianos eran depositarios del saber: del aprendizaje de las técnicas de la cacería a su cargo dependía su supervivencia y la de su familia. En Egipto el anciano tenía una misión en la educación de los niños y jóvenes, era el símbolo de sabiduría. Su valor era mágico: llegar a la edad “adulta”, en un momento en que la esperanza de vida no sobrepasaba los 54 años, era considerado un regalo de los dioses. Varios de los que llegaban a la tercera edad acababan ocupando cargos notables cercanos al gobierno. Los ancianos tuvieron un papel importante en la conducción del pueblo hebreo como ilustra el mandato de Dios a Moisés referido en el Éxodo: “Vete delante del pueblo y lleva contigo a los ancianos de Israel”. En Roma, el derecho concedía autoridad al anciano en la figura del pater familias, cabeza de la familia con gran poder sobre ella y sobre sus esclavos. El imperio inca tenía un consejo de ancianos que influían en el emperador para su mejor gobierno. En la perfeccionista Grecia, una sociedad que había consagrado la belleza, la vejez constituía un agravio al espíritu contenido en el cuerpo: fue motivo de burla en las comedias, donde era representada como un defecto físico. La vejez y la muerte formaban parte de lo que los griegos llamaban keres, el grupo de males de la vida. Sin embargo, en La República, Platón sostiene que la felicidad de la vejez es la virtud.
Si en la edad media la vejez saludable era considerada época de sabiduría y perfección, en el Renacimiento el desprecio por la vejez era representado en las artes y en las letras y simbolizaba todo aquello que se quería eliminar. Durante la Revolución Francesa el poder legislativo fue ejercido por una asamblea bicameral, compuesta por el Consejo de Ancianos (250 miembros de la Cámara alta) y el Consejo de los Quinientos (Cámara baja). Durante la revolución industrial, a las personas se las valoraba por su trabajo y es en esta época cuando surge la idea de la jubilación, palabra tomada del latín jubilare que significaba "lanzar gritos de júbilo".
En nuestros días ante la malintencionada sorpresa contenida en la frase “¡cómo has envejecido!”, el escritor español Javier Marías responde: “la tendencia es a preguntar si estará enfermo o habrá padecido desgracia descomunal, como si el deterioro físico ya no fuera atribuible al mero paso del tiempo, sino a algo anómalo e incontrolable, una maldición, o una catástrofe, la inminencia de la muerte”. Es decir, la vejez podría seguir siendo, otra vez en la historia, una peste. ¿Será que ello puede ser cierto?
/jp

viernes, 17 de mayo de 2013

“Señor: ¡no somos papas!”

Cosa de todos los días: tomar un bus en una parada o donde pare. Subir por la puerta trasera o delantera y bajar por la que nos venga en gana. Pagar a la subida o a la bajada depende de la política de la empresa, ajá, sí. Las paradas se respetan en Trolebús, el Metrobús o la Ecovía, lo que no quiere decir que se respete a las personas.
Obsérvese unos minutos: una moneda de 25 centavos para el pasaje, un zigzag que se pretende columna de espera, un individuo. Cuando el bus de la Ecovía se detiene una multitud baja por el lado izquierdo o derecho de la puerta, da lo mismo, y una pelea casi mortal entre quienes luchan por entrar y quienes luchan por salir se enciende. Gente de todas las edades, mujeres embarazadas, madres con niños en brazos, jóvenes de colegio y universidad con sus mochilas en la espalda, adultos mayores, algunos con bastones. Si logran ingresar al bus quizá oigan la sugerencia cordial del conductor, “cuiden sus pertenencias”, y en un par de minutos una persona de la última fila gritará “señor: ¡no somos papas!” para evitar, sin éxito, que ya no entran más personas.
La gente tiene la cabeza en que no le roben, en sostenerse firmemente del tubo para no caer o en “hacerse los locos” para no ceder el asiento a una madre con un niño en brazos, a la mujer embarazada o al adulto mayor que se tambalea. Si tuvieron la suerte de que el conductor los vea, es decir, si viajan en el primer vagón, pedirá que “alguien ceda el puesto a la señora”. Algún comedido con cargo de conciencia se levantará y dirá: “señora, siga por favor”.
Esto es cosa de todos los días. ¿Acaso no les ha pasado? No se discute sobre quién tiene derecho al asiento o no, quién debería encabezar el “zigzag” para ingresar al vagón o no, o quiénes de nosotros estamos obligados a ceder el puesto. Obligados no porque en el bus haya un dibujo de los “asientos son de preferencia para” sino porque la Constitución indica quiénes tienen preferencia y derechos por sus condiciones particulares a tener un puesto cómodo en el transporte público. El ejercicio de derechos se mide en los pequeños detalles. Y usted: ¿cede su asiento en el bus a esas personas o se hace el loco?
/cb

jueves, 2 de mayo de 2013

¿Michael Jackson o Alka-Seltzer?

Existe una tendencia a bautizar a nuestras hijas e hijos con los nombres de protagonistas de telenovelas, películas o personajes de moda. Hoy se nos hace familiar el nombre Isabela gracias a la protagonista de la saga de Crepúsculo, el futbolista Michael Jackson Quiñonez lleva el nombre del fallecido rey del pop y es la estrella número catorce de Barcelona, el “ídolo del astillero”, Bolívar, un apellido, en honor del libertador Simón Bolívar o incluso Julián por Julián Assange. Se dice que el nombre de una persona marca su personalidad, lo que los griegos denominaban, destino. O: ¿será un motivo de transmisión de karmas? Ahora bien, usted: ¿con qué criterio pondrá un nombre a sus hijos?
/cb

El colegio y la intergeneracionalidad

En el sistema educativo del Ecuador y la mayoría de países del mundo todavía no se da la importancia necesaria a las relaciones intergeneracionales y su potencialidad. Por ejemplo, cuando ingresamos a la escuela somos divididos por grupos de edad o género. La relación entre niños, niñas o adolescentes de diferentes edades es muy escasa, casi nula: están en la misma escuela, a veces en el aula de al lado, pero no se comunican. Todo lo intergeneracional se reduce a la relación con los profesores o profesoras desde una línea vertical de autoridad.
Años atrás se podría haber dicho exactamente lo mismo sobre la separación de hombres y mujeres: los niños con los niños y las niñas con las niñas. Sin embargo esta división se va superando poco a poco. Ahora es el turno de incorporar el enfoque intergeneracional en escuelas y colegios. ¿Cómo se debería empezar?
/jp
Jan Steen, A school for boys and girls

Lo primero es el intercambio, no la familia

Para Lévi-Strauss, antropólogo francés, lo primero es el intercambio, no la familia: “si no hubiese intercambio no habría sociedad”. El parentesco no nace solo en la filiación y consanguinidad, sino en una alianza social de la familia. En todas las culturas se da esta alianza: el matrimonio entre un hombre y una mujer que procrean un hijo, es decir, el matrimonio culturalmente reconocido. Al menos hasta hace poco.
Los seres humanos llegan a una familia y no son la síntesis de sus progenitores: tienen un código genético, un genotipo y un sexo determinado, son hombres o mujeres. La familia tiene origen biológico en su base, pero su estudio debe ser asumido desde una mirada más amplia: lo cultural. Así como existe el código de la lengua, hay un conjunto de normas que guían los comportamientos en la reproducción social del parentesco, normas transmitidas en las relaciones entre los miembros de la familia. En la familia el ser humano se consolida como miembro de la sociedad, en las relaciones entre sus miembros se construyen los roles sociales y las identidades, el género o la identidad generacional.
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Paul Marcoy, Voyage de l´Océan Pacifique a l´Océan Atlantique, a través l´Amérique du Sud, Le Tour du Monde, 1866

¿De qué hablamos cuando hablamos de un blog?

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino
Juan Manuel Serrat canta un poema de Antonio Machado
En el vertiginosamente veloz mundo posmoderno una bitácora o diario es un cuaderno digital que permite lanzar, diseminar y recoger impresiones y recomendaciones para el camino en el que estamos inmersos.
El desarrollo tecnológico abre puertas. Esta bitácora digital, un blog, nos permitirá cambiar ideas por lo que invitamos a echar un vistazo y opinar. Es un diario más que íntimo, público, más que personal, colectivo.
Escriba. Queremos lograr claridades sobre el buen vivir y los derechos humanos que son, pensamos en el Consejo de la Niñez en transición hacia el Consejo para la igualdad intergeneracional, construcciones culturales, sociales y públicas que requieren una participación consciente.
Nuestro paso de Consejo de la Niñez hacia el Consejo de Igualdad Intergeneracional como lo establece la Constitución, implica asumir con inteligencia y cuidado el trabajo orientado hacia los adultos mayores y jóvenes del Ecuador para avanzar en la universalización del ejercicio de los derechos. Nuestro catalizador es la intergeneracionalidad y nuestros ejes la igualdad, la diversidad, la dignidad, la solidaridad, la justicia social.
Esta bitácora ofrecerá pistas para entender nuestro papel en este cambio de época en el mundo, denominado buen vivir en nuestro país. Quedan abiertas las puertas para sus opiniones, comentarios y, aun, detracciones.
Bienvenidas y bienvenidos.
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