martes, 21 de mayo de 2013

La vejez, una ofensa al espíritu

El papel de los adultos mayores en la vida cotidiana de las diferentes culturas ha sido interpretado de varias maneras: en unas épocas se los honraba y representaban el buen juicio, en otras se los admiraba y en algunas eran temidos y hasta odiados. Hoy, el culto a la juventud y a la belleza que prevalece ha llevado a asociar la imagen del adulto mayor con lo negativo a causa de su proceso natural de envejecimiento. Además en nuestra era predomina la idea de que las personas no productivas económicamente carecen de valor social. La visión de la vejez es hoy en día la de una etapa de la vida dependiente, inactiva y vulnerable, se percibe al adulto mayor como un ser remoto, fuera de novedad, un estorbo improductivo, aunque en otras culturas y épocas los ancianos fueron vistos como fuente de sabiduría, experiencia de lo práctico y lo simbólico.
Viaje pintoresco alrededor del mundo. Hawái: Makoa, dibujado por M. De Sainson, 1841.
Antes de la invención de la agricultura, la vejez entre los grupos de cazadores recolectores constituía un símbolo de respeto para la tribu. Los ancianos eran depositarios del saber: del aprendizaje de las técnicas de la cacería a su cargo dependía su supervivencia y la de su familia. En Egipto el anciano tenía una misión en la educación de los niños y jóvenes, era el símbolo de sabiduría. Su valor era mágico: llegar a la edad “adulta”, en un momento en que la esperanza de vida no sobrepasaba los 54 años, era considerado un regalo de los dioses. Varios de los que llegaban a la tercera edad acababan ocupando cargos notables cercanos al gobierno. Los ancianos tuvieron un papel importante en la conducción del pueblo hebreo como ilustra el mandato de Dios a Moisés referido en el Éxodo: “Vete delante del pueblo y lleva contigo a los ancianos de Israel”. En Roma, el derecho concedía autoridad al anciano en la figura del pater familias, cabeza de la familia con gran poder sobre ella y sobre sus esclavos. El imperio inca tenía un consejo de ancianos que influían en el emperador para su mejor gobierno. En la perfeccionista Grecia, una sociedad que había consagrado la belleza, la vejez constituía un agravio al espíritu contenido en el cuerpo: fue motivo de burla en las comedias, donde era representada como un defecto físico. La vejez y la muerte formaban parte de lo que los griegos llamaban keres, el grupo de males de la vida. Sin embargo, en La República, Platón sostiene que la felicidad de la vejez es la virtud.
Si en la edad media la vejez saludable era considerada época de sabiduría y perfección, en el Renacimiento el desprecio por la vejez era representado en las artes y en las letras y simbolizaba todo aquello que se quería eliminar. Durante la Revolución Francesa el poder legislativo fue ejercido por una asamblea bicameral, compuesta por el Consejo de Ancianos (250 miembros de la Cámara alta) y el Consejo de los Quinientos (Cámara baja). Durante la revolución industrial, a las personas se las valoraba por su trabajo y es en esta época cuando surge la idea de la jubilación, palabra tomada del latín jubilare que significaba "lanzar gritos de júbilo".
En nuestros días ante la malintencionada sorpresa contenida en la frase “¡cómo has envejecido!”, el escritor español Javier Marías responde: “la tendencia es a preguntar si estará enfermo o habrá padecido desgracia descomunal, como si el deterioro físico ya no fuera atribuible al mero paso del tiempo, sino a algo anómalo e incontrolable, una maldición, o una catástrofe, la inminencia de la muerte”. Es decir, la vejez podría seguir siendo, otra vez en la historia, una peste. ¿Será que ello puede ser cierto?
/jp

1 comentario:

  1. Definitivamente sí creo que la vejez es vista y entendida como una maldición o una catástrofe en nuestro medio, sino cuántas veces habremos oído decir a nuestros amigos o familiares: "yo no quisiera llegar a esa edad" al ver lo “temáticos” que se vuelven nuestros padres, abuelos, compañeros de trabajo, vecinos, etc. Nos falta mucho entendimiento pero más que eso, nos resulta complejo ponernos en el lugar del otro y peor aún tener que lidiar con alguien mayor, por eso siempre pensamos que la gente debería jubilarse más pronto. Son conductas, pensamientos y sentimientos reproducidos, muchos con razones y otros no. Yo me pongo a analizar a mi abuelo por ejemplo, tratando de descifrar, porqué nadie va a visitarlo sin pensarlo antes 3 ó 4 veces, y es que resulta complejo mantener una conversación en donde empieza a quedarse dormido o en cuestión de minutos te cuenta lo mismo muchas veces, o quizás la escasa o nula paciencia que tiene con los niños.
    En fin, muchas son las posibilidades, pero si bien por un lado es necesario detenerse a reflexionar en las relaciones intergeneracionales, también es indispensable hacer un ejercicio de lo que implica estar en los zapatos del otro, cuando ya está enfermo, cansado, desubicado por el paso del tiempo y por el inevitable deterioro de la vida. Sin embargo creo que también es una suerte, haber podido llegar a cumplir 70 u 80 años.
    Lo cierto es que todo termina siendo como en la selva “supervivencia del más fuerte”, porque en un mundo donde la tecnología arrasa día a día, donde la inmediatez y la hostilidad del consumismo, de las tendencias y lo superficial va fortaleciéndose, es difícil ser anciano, dependiente, pasivo y otras características que por “default” vienen con la edad.

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